50 kilos de papel

domingo, 4 de noviembre de 2012




Siempre me encuentro a las mismas personas cuando voy a trabajar. Si me apuras, casi las encuentro siempre en el mismo punto y, cuando no lo hago, es porque voy tarde. Es una buena medida del tiempo si no llevas reloj, pero eso no es el tema.

El caso es que siempre me encuentro al mismo chico saliendo de su casa. El chico es totalmente normal; viste normal, de estatura y complexión normal, brazos, piernas, moreno y sin ningún rasgo particular. Lo que destaca de él frente al resto es (a lo mejor es una tontería esto que digo) que no lleva mochila. No bandolera, no bolso, no maletín no nada. La mayoría llevamos algo. Ahora la moda es llevar unas tarteras modernas que imitan ser bolsos o algo así. Eso es infinitamente peor, claro está.

Yo, caminando unos pasos por detrás suya y acomodándome las asas de mi mochila, voy cagándome en todo, porque no solo llego tarde sino que me duele la espalda nada más comenzar el día, y me pregunto qué es tan necesario en mi mochila que siempre la llevo encima. El disco duro no es vital. Fundas de gafas, colirios, cepillo de dientes, pasta, cascos, un libro, el Pharmaton Complex, pegamento, tijeras, escalpelo, etc. Le envidio de verdad. De repente, la idea de que no llevar mochila es algo a lo que debo aspirar, me golpea cual manzana de Newton y juro que haré algo al respecto.

Luego, llego a casa y veo que mi habitación es una proyección gigante de mi mochila. Está llena de cosas que no necesito ni he necesitado, en el mejor de los casos, en 7 años. Y así estamos, con toda una habitación llena de cosas y expandiéndose. Soy la Nadiuska de mi portal. Guardo multitud de folletos, de revistas, de todo, porque creo que lo usaré en algún momento, veo su potencial, pero el potencial no es nada cuando no usas esas cosas. Si guardas unos apuntes de química porque piensas que, en algún momento de tu vida, sacarás tiempo y volverás a recuperar ese conocimiento que perdiste hace años, esos apuntes dejan de serlo para pasar a ser simple papel. Me da la sensación de que esto al final no se trata de guardar cosas, sino de posponer la vida de uno. LA MÍA, en este caso particular.

Así pues, he decidido empezar a tirar cosas, a deshacerme de todo aquello que de verdad no he usado en años, todo aquello que me recuerda que no hice algo en algún momento, por vaguería o por lo que fuera. A día de hoy, llevo unos 50 kilos de papeles reciclados, 15 de ropa y varias bolsas de objetos sin pesar. De momento, esos kilos de lastre no se han traducido en una ganancia de espacio notable, que era lo que esperaba, pero lo hará, se que lo hará. Si no, siempre puedo venir al blog y chivarme. 

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