Mi problema de Diógenes

domingo, 4 de diciembre de 2011

No sé como ha llegado hasta ahí, lo he debido sacar en algún momento de algún cajón sin darme cuenta, pero ahí está, encima de mi mesa desde hace días. Es la caja que solía contener el frontal de la radio de mi coche. Sí, ese frontal que decidimos poner todos hará unos 10 años y que absolutamente nadie en su sano juicio lleva a casa. Todo el mundo sabe que ese frontal de la radio duerme en el coche, en un huequito que le has hecho en la guantera entre los papeles del coche, el abrillantador del salpicadero, unos kleenex y un CD de Camela. Nosotros lo sabemos y los ladrones lo saben. Debe ser por eso que me han abierto el coche dos veces. Por eso y porque mi coche es tan viejito que guardo leña en el maletero porque estoy seguro que si no tengo gasolina puede andar unos kilómetros si quemo un madero dentro. No os preguntéis en este momento cómo lo haría, no me gusta que me cuestionen mientras me leen.

El caso es que llevo un rato mirando esa cajita preguntando porqué la guardo si hace un año que me abrieron el coche por última vez y no pienso comprar otra radio. Lo he abierto y he metido mis gafas. Simple. ¡Mira qué bien! Otra funda para gafas, resistente de verdad. ¿No? Pues no. Que nadie se alegre porque he encontrado una utilidad a la mierda de caja esta. Nadie debería alegrarse de mi problema de Diógenes y nadie debería alentarme. No tengo la culpa de ser como soy, seguro que es culpa de mis padres. Pero, joder, es que esa caja seguro que me hace una buena función en el futuro, igual que esa tela roja de lentejuelas, igual que ese retrovisor que encontré un día borracho, igual que ese señor con gorro de copa que hay en mi canapé, igual que ese libro escrito en chino mandarín. Sé que es algo raro guardar un libro de chino, pero espero poder aprender el idioma algún día. No es mi culpa que no tengáis aspiraciones en esta vida.

Esa caja debería ir a la basura ya mismo. Pero esperaré a la siguiente limpieza de cuarto. Ese tipo de limpiezas generales no deberían existir. La gente no debería pasar por el trance de deshacerse de cosas. Bueno... quizá esté exagerando. No… en serio, es terrible ver como alguien te mira a la cara y te dice que “no cree que vayas a usar en ningún momento” el cadáver de esa zarigüeya que encontraste en el margen de la carretera. Blablablabla, paparruchas. !Buscaros una vida gentuza!

8 comentarios:

Anónimo dijo...

En el primer párrafo dejas claro que eres Dios. A mi tampoco me gusta que me cuestionen mientras me leen, será defecto profesional. :))

Baltimore

Bobby Coke dijo...

¿Y, ahora, si coleccionas objetos perdidos y curiosidades estás enfermo?

Unknown dijo...

jajajaja confirmaré que soy Dios cuando de mi blog me salga un trabajo. Hasta entonces, dejo los milagros para Carlos Jesús.

No Bobby, por eso no estás enfermo. Si se te llena la casa de perros o gatos, o de basura o de retretes usados sí. Sólo en ese caso creo.

Ana dijo...

Jajajajajaj tienes toda la razón, ¿por qué nos obligarán a tirar las cosas? joder que llegas un día te pones a buscar las cosas y no están y fíjate que lo necesitabas!!! desde luego, haces bien en guardártelo y si no lo quieres, me lo das!!!

Unknown dijo...

jajajaja Bueno, en un alarde de responsabilidad, he tirado la cajita. Creo que el fin está cerca.

Stultifer dijo...

Todo lo que tienes en un cajón y no lo usas en un periodo de un año, puedes tirarlo a la basura.

Anónimo dijo...

Debajo de la cama tengo una caja de zapatos en la que guardo cosas, en realidad parece basura (Palillos chinos, el tapón de una botella, un pin sin punta, un bolígrafo sin capuchón y papeles, muchos papeles). Pero cada una de ellas tiene detrás una historia y por eso las guardo y no me voy a deshacer de ellas. Y si tengo que cambiar la caja de zapatos por la de, yo qué sé, un mueblebar de Ikea, lo voy a hacer sin ninguna duda.

Unknown dijo...

jajajaja yo creo que deberían subvencionarnos, a los que tenemos este problema, un almacén de estos como los americanos, un trasterillo en añgún lugar. Yo y mi familia seríamos felices.

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