El día en que Madrid perdió su primer tren olímpico, yo
tenía 19 años. No estaba viendo la televisión en ese momento, sino que volvía a
casa bajo un sol abrasador de firmar un contrato para pasar la temporada de
verano trabajando como socorrista. Como socorrista y a los 19 años, en Junio de 2005, yo ganaba 860 euros por media jornada. Si hubiera sabido en aquel
momento que eso iba a ser de los sueldos más dignos que he tenido, hubiera
caído fulminado en ese mismo momento y no por el sol abrasador, sino de un
parraque futurista.
Hoy, 8 años después y tres trenes olímpicos perdidos, me
encuentro escribiendo desde Berlín, a dónde me vine hace tres meses para buscar
un trabajo, ya no digno, sino un trabajo, sin más. Hoy concretamente, aquí hace
frío y llueve desde hace horas.
Yo amo Madrid. Creo que soy un gran
embajador de ella y siempre pensaré que es la mejor ciudad del mundo, y para
eso no hace falta tomarse una relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor como dice Ana Botella,
que es carísimo; me basta con tomarme un café con leche y una porra en el bar
La Torre, en Santa Eugenia, Villa de Vallecas, ESPEIN, con mi padre, Jose María, y mi
madre, Dalmy.
Como madrileño me duelen varias cosas. Una es que creo que
los juegos realmente podrían poner a Madrid en el mapa, la gente podría llegar
a conocer la ciudad tal y como es. Honestamente, me repatea que siempre que
preguntes en el extranjero, la gente siempre te diga que conoce Barcelona o
Valencia y no Madrid. Me molesta que no sepan que tenemos un agua del grifo
maravillosa, que tenemos una sierra en la que podemos esquiar sin salir de la
región, que hace un frío que pela en invierno y un sol de justicia en verano.
Me molesta tener que explicar que, aunque estamos lejos de la playa, no la echo
de menos. Me molestan varias cosas pero, como buen madrileño y embajador que
soy, mantengo una calma tensa a la hora de deshacerme en explicaciones y
encandilamientos y creo que ni 100 vídeos de presentación de la candidatura de
Madrid podrían hacer tanto por la ciudad como ha hecho Almodóvar con sus
películas.
Pero más allá estas chuminadas que en el fondo no tienen
tanta importancia, me duele que no sepan representarme. Yo no he votado a este
gobierno actual de la comunidad ni de la alcaldía, pero como ciudadano de la tercera
ciudad más poblada de Europa, que las personas que representan mis intereses
allende mis fronteras (de dentro ni hablo) no sepan dar o bien con un proyecto
lo suficientemente sólido para presentar YA POR TERCERA VEZ ante el mundo para
albergar unos JJ.OO o bien para hacer un buen análisis de la situación y dejar
de presentarse, me saca de mis casillas.
Vale que no tenemos dinero, que Madrid está endeudada, que
el mero hecho de presentarse candidato conlleva un gasto de dinero que bien
podría emplearse en otras cosas y personas. Vale. Pero COÑO, una vez has
convencido a la gente de que unos JJ.OO nos vienen de puta madre, te has
presentado y gastado ese dinero, HAZLO
BIEN, hazlo de una manera que la gente piense que has hecho lo posible, se
capaz de ilusionar a la gente. Ergo, se coherente. Hay que ser coherente
siempre. Hasta el más hijo de puta tiene que ser coherente.
Lo que no se puede ser es hija de puta y tonta a la vez.